Hoy, 15 de enero, hace 169 años que nació Sofía Kovalévska, la primera matemática rusa de importancia y la primera mujer que consiguió una plaza de profesora universitaria en Europa (Suecia, 1881). Así que esta entrada está dedicada a ella.

Sofia (Sofia Vassilevna Korvin-Krukovskaya de soltera) nació y se crió en el seno de una familia gitana rusa de buena formación académica. Sus padres se codeaban con los personajes más ilustres de Rusia, como el famoso escritor Dostoievsky, que estuvo saliendo con la hermana mayor de Sofía, y del que Sofia se enamoró siendo una adolescente. Su padre era un teniente general de artillería en el Ejercito Imperial Ruso, descendiente de Matías Corvino, rey de Hungría. Su abuelo tenía el título de príncipe, pero lo perdió al casarse con una mujer gitana y emparentarse con dicha etnia. Su madre fue una mujer ilustrada proveniente de Alemania.
Vivió su infancia en Palibino (Bielorrusia) y, desde pequeña, amó la lectura y la poesía. Se sentía poeta en su interior.
Su hermana y dos de sus tíos influyeron notablemente en su vida, y bajo la guía del tutor de su familia, Y. I. Malevich, comenzó sus primeros estudios reales de matemáticas.
A los trece años empezó a mostrar muy buenas cualidades para el álgebra, pero cuando su padre se enteró decidió interrumpir las clases de matemáticas de su hija, pues le horrorizaban las mujeres sabias. No obstante, no pudo detener a Sofia, que como muchos jóvenes rusos de su época tenía ideas nihilistas, y siguió estudiando por su cuenta con libros de álgebra y leyendo un ejemplar del Álgebra de Bourdon por la noche, cuando el resto de la familia dormía.
Un vecino, el profesor Tyrtov, presentó a la familia de Sofía un libro de matemáticas del que él era autor y Sofia trató de leerlo. Así, explicó y analizó por sí misma lo que era el concepto de seno tal y como había sido inventado originalmente. El profesor quedó tan impresionado con las facultades de Sofia, que habló con su padre para recomendarle que facilitara los estudios a su hija. Al cabo de varios años su padre accedió y Sofia comenzó a recibir clases particulares.
Después de terminar la escuela secundaria, decidió seguir sus estudios a nivel universitario, pero la universidad más cercana que admitía mujeres estaba en Suiza, así que decidió casarse por conveniencia, concertando un matrimonio blanco con Vladimir Kovalevsky, un joven estudiante de paleontología que se haría famoso por su colaboración con Charles Darwin, en septiembre de 1868.
La pareja permaneció en San Petersburgo por unos pocos meses y luego se radicaron en Heidelburg. Dos años después, decidió que continuaría sus estudios bajo la supervisión de Karl Weierstrass en la Universidad de Berlín.
Weierstrass no la tomó muy en serio, pero después de evaluar una selección de problemas que le había dado (elegidos a conciencia con un nivel de dificultad elevado), se dio cuenta del genio que tenía entre sus manos e inmediatamente se hizo cargo personalmente de sus estudios. Sofia estudió con Weierstrass durante cuatro años, en los cuales escribió tres trabajos científicos originales con la esperanza de obtener su título. Uno de ellos trataba sobre ecuaciones en derivadas parciales, otro sobre funciones abelianas y el tercero sobre la forma y estabilidad de los anillos de Saturno.
En julio de 1874, Sofia Kovalevskaya obtuvo su doctorado de la Universidad de Gottingen, siendo la primera mujer de la historia que consiguió graduarse en una universidad. No obstante, a pesar de este prestigioso título y de la ayuda de Weierstrass, no pudo conseguir trabajo, así que ella y Vladimir decidieron volver con su familia a Palibino.
Al poco tiempo de regresar, falleció el padre de Sofía y durante el periodo de dolor y tristeza que sucedió a dicha muerte, Vladimir y Sofia se enamoraron finalmente, y tuvieron una hija.
Durante un año relegó su labor matemática a un segundo plano y desarrolló sus habilidades literarias, escribiendo novelas de ficción, críticas de teatro y artículos científicos para los diarios, a la vez que cuidaba a su hija. Después decidió dejarla al cuidado de su hermana para retomar sus trabajos matemáticos y volver a Berlín, donde estaba Weierstrass.
Presentó sus artículos sobre integrales abelianas en una conferencia científica y fue muy bien recibida, pero nuevamente se enfrentó con el dilema de conseguir empleo.
Debido a los ataques de ira de su marido, se separó de él varias veces, hasta que, finalmente, lo dejó. En 1883 Vladimir se suicidó tras ser procesado por estafa en la bolsa.
Ese mismo año Sofia recibió una invitación de un amigo y exalumno de Weierstrass, Gosta Mitag-Leffler, para dar clases en la Universidad de Estocolmo. Se trataba de un puesto de trabajo temporal, pero Sofia lo aceptó.
Al cabo de cinco años, Sofía le había dado a la universidad claras muestras de su valía como matemática. Por ejemplo, en 1884 la nombraron Profesora Extraordinaria y se convirtió en la Directora de Acta Mathematica y en 1888 ganó el Prix Bordin de la Academia Francesa de Ciencias (actualmente «Kovalevsky top»), por el artículo “On the rotation of a solid body about a fixed point”, siendo la primera mujer en ganar dicho galardón. Recibió aproximadamente 5000 francos y el empujón que su carrera requería. A partir de ese momento fue reconocida como una de las mayores autoridades matemáticas del mundo. Finalmente, en 1889 fue nombrada Profesora Titular en la Universidad de Estocolmo, siendo la primera mujer en obtener un puesto como titular.
Tras años de presión por parte de colegas y admiradores y un cambio en las reglas de la academia, se la aceptó como miembro de la Academia Rusa de Ciencias, aunque nunca se le ofreció un puesto como profesora.
No obstante, el destino fue cruel y no le permitió gozar de su mejor momento. Después de pasar unas vacaciones en Génova a finales de 1890, regresó a Suecia y, lamentablemente, contrajo una gripe que degeneró en neumonía. La situación se agravó con el paso de los días y su cuerpo no resistió. Sofia falleció en Estocolmo el 10 de febrero de 1891, a los 41 años de edad.
Tras su muerte recibió varios reconocimientos, uno de ellos por parte de la Academia Rusa de Ciencias. También hay un cráter lunar que lleva su nombre: Kovalevskaya, y la Fundación Alexander Von Humboldt de Alemania concede el premio Sofia Kovalevskaya a los investigadores jóvenes más prometedores.
Como señalé al principio a Sofia no sólo le gustaban las matemáticas también se sentía poeta en su interior. Como escritora creó varias obras. Una de ellas es un libro autobiográfico titulado “Recuerdos de la infancia” en el que narra las vivencias y los sentimientos de su niñez, además de describir los problemas y los ideales de la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo XIX. Con su amiga Anne-Charlotte Leffler, hermana de Mittag, creó una sociedad literaria cuya primera colaboración fue la obra de teatro titulada “La lucha por la felicidad”, que se publicó en 1887. En 1892, los amigos de Sofia publicaron su novela póstuma “Una nihilista”, que cuenta la historia de una joven mártir revolucionaria. De ella se dice que es su mejor obra por lo bien escrita que está.
El hecho de que Sofia se dedicara a las matemáticas y a la literatura causó cierto desconcierto en las personas de su entorno, pero para ella no era nada extraño ya que afirmaba que tanto el poeta como el matemático deben ser capaces de profundizar en la realidad y de esa forma ver lo que los demás no ven. Según ella, la Matemática es la Ciencia que exige más imaginación.
Por último, me gustaría añadir que la publicación del libro “Demasiada felicidad”, de la Premio Nobel (2013) Alice Munro, acercó la vida de Sofia Kovalevskaya a todo el mundo, puesto que el cuento homónimo que aparece en dicho libro está inspirado en la vida de Sofia.