En un momento en el que todos salimos a los balcones de nuestras casas a aplaudir al personal sanitario conviene recordar una época en la que ser enfermera se consideraba una de las peores profesiones que se podían ejercer, un oficio servil y humilde, pensado para ser realizado por mujeres de la más baja clase social, a las que incluso se las llegaba a tachar de borrachinas e ignorantes. Estamos hablando de la época victoriana de la historia del Reino Unido, en plena revolución industrial. Concretamente, vamos a contar la historia de Florence Nightingale, la mujer que puso los cimientos de la enfermería moderna y reformó las condiciones sanitarias e higiénicas de los hospitales.
Algunos igual pensáis que la enfermería y las matemáticas no tienen nada que ver y que os voy a contar la historia de esta extraordinaria mujer porque «está de moda» hacer homenajes a los sanitarios. ¡Nada más lejos de la realidad! Os invito a conocer a Florence Nightingale en el Día Internacional de la Enfermería, y en el Día de las Mujeres Matemáticas, y a que contestéis a la siguiente pregunta ahora que continuamente se nos muestran datos y gráficos estadísticos en todos los medios de comunicación.

Florence Nightingale pertenecía a una familia adinerada, con una buena posición social, que se adaptaba perfectamente a los convencionalismos de la época que les tocó vivir. Así que no es extraño que cuando sus padres, William Edward Nightingale y Frances Smith, se casaron decidieran realizar como viaje de novios el Grand Tour: la gira por Europa que estaba de moda entre los jóvenes de las clases pudientes europeas desde mediados del s. XVII en la que se visitaban los lugares de origen de la civilización occidental para conocer in situ el arte y la cultura clásicas. El viaje de novios duró cuatro años –¡así cualquiera se adapta a las costumbres de la época!– y durante ese tiempo nacieron sus dos hijas Parthenope (o Parténope) y Florence.
Parthenope fue la mayor de las dos hermanas y recibió ese nombre porque ese es el nombre griego de la ciudad donde nació: Nápoles (realmente es el nombre de la sirena mitológica que dio nombre a la ciudad, puesto que la ciudad surgió entorno al sepulcro de la sirena). Con ese antecedente, podemos adivinar dónde nació Florence dos años más tarde, el 12 de mayo de 1820. Efectivamente, en Florencia.
En 1821, tras recibir la noticia de la muerte de un familiar cercano que les dejaba su herencia (el dinero, llama al dinero), la familia Nightingale volvió a Londres. La infancia y la juventud de las hermanas fue feliz, rodeadas de todas las comodidades de la época, viajando por Francia, Italia, Suiza, Grecia, Egipto, … y recibiendo la mejor formación que se suponía adecuada para unas señoritas de su posición social: historia, filosofía, literatura, idiomas, música, baile… y, saliéndose un poco de lo convencional, matemáticas. Sí, sí matemáticas. El padre de Florence no veía nada malo en que sus hijas supiesen algo de matemáticas. Lo que no esperaba es que Florence quisiera profundizar en ellas y cuando les planteó que quería estudiar matemáticas, sus padres (y su hermana, más adaptada a los hábitos del momento) se llevaron un disgusto enorme: “¡Dónde se había visto eso? ¡Una señorita estudiando matemáticas! ¿Para qué quiere una mujer destinada a casarse saber matemáticas? Tienes que saber bailar el quadrille. ¿No ves que es el baile de moda ahora mismo y todos los chicos lo querrán bailar contigo?”
A pesar de esta primera reacción, Florence consiguió convencer a su padre y este intercedió ante su madre y su hermana convenciéndolas de que saber matemáticas no iba a influir en sus posibles pretendientes. Así que contrató a James Joseph Sylvester (matemático que hizo importantes contribuciones en el campo de las matrices, entre otros), de quien aprendió aritmética, geometría y álgebra. Posteriormente, fue Florence la que enseñó estas áreas a otros niños y niñas, creando un programa de aprendizaje concreto recogido en sus Planes de Lecciones para la Enseñanza de la Aritmética y la Geometría, donde además aparecen problemas inventados por ella y basados en las vidas de sus estudiantes.
Pero si la reacción de la familia fue mala cuando Florence les dijo que quería estudiar matemáticas, imaginaos cuál sería su reacción cuando, en 1837, tras experimentar la satisfacción de cuidar a unos familiares enfermos, les dijo que había sentido una “llamada divina”, que nunca se iba a casar y que iba a dedicarse a la enfermería, ese oficio tan humilde, asociado a las mujeres del más bajo estrato social dentro de la clase trabajadora. No lo aceptaron: “¡Mi hija! ¡Mi hermana! Con la buena posición social que tenemos. Lo único que tiene que hacer es casarse, formar una familia, tener contento a su marido y criar a sus hijos. ¿Cómo va a quedarse soltera y cuidando enfermos, algo tan indigno? ¿Qué porvenir es ese? ¿Qué dirán nuestras amistades?”
Ahora bien, la determinación de Florence era firme y nada la iba a hacer renunciar a su vocación, así que comenzó a formarse de manera autodidacta, visitando los internados, hospicios y centros sanitarios de los lugares a los que viajaba, empapándose de la manera de funcionar de todos ellos. En 1850 consiguió inscribirse en el Instituto de Diaconisas Protestantes de la ciudad alemana de Kaiserwerth, donde aprendió conocimientos y prácticas básicas de enfermería y la importancia que tiene la observación del paciente y la buena organización hospitalaria. Posteriormente estuvo en el hospital de Saint Germain, cerca de París, y en 1853 regresó a Londres, donde trabajó como superintendente en el Instituto para el Cuidado de las Señoras Enfermas hasta octubre de 1854. Aquí realizó algunas mejoras como la instalación de un ascensor y de agua caliente en las habitaciones.
En marzo de 1854 estalla la Guerra de Crimea, entre el Imperio Ruso de los Romanov (sí, sí los de Anastasia) y un grupo de países aliados: Reino Unido, Francia, el Imperio Otomano y el Reino de Piamonte y Cerdeña. La causa fue la lucha entre la restauración de la Iglesia Católica por parte de la alianza, contra la imposición de la Iglesia Ortodoxa por parte de los rusos (¿Cuántas guerras se hubiesen evitado, y se evitarían, si no existieran las religiones?)
Aunque la mayor parte del conflicto tuvo lugar en la península de Crimea, en el Mar Negro, y los aliados comienzan con buen pie, ganando varias batallas, el periódico The Times tiene constancia del mal estado de las instalaciones sanitarias británicas y las critica en su publicación. Esto hace que Sidney Herbert, Secretario de Guerra de Gran Bretaña, antiguo amigo de la familia Nightingale y conocedor de las labores de Florence, le pida ayuda para que trabaje como enfermera, instructora y administradora en los hospitales militares del frente. Su título oficial fue Superintendente del Sistema de Enfermeras de los Hospitales Generales Ingleses en Turquía.
El 21 de octubre de 1854, Florence y otras treinta y ocho voluntarias (entre ellas Betsi Cadwaladr, la otra madre de la enfermería moderna y también merecedora de reconocimiento), muchas de ellas sin experiencia previa en enfermería salvo el entrenamiento que les dio Florence antes de partir, pusieron rumbo hacia la base de operaciones británica en Scutari (un municipio en la periferia de la actual Estambul), en el Mar Negro. A su llegada, el 4 de noviembre, pudieron comprobar que, aunque los aliados estaban ganando a los rusos, las enfermedades estaban ganando al ejército británico: si morían 1174 soldados de cada 10000, 1023 lo hacían a consecuencia de enfermedades infecciosas, lo que supone que más del 80% de las muertes no eran consecuencia directa de los enfrentamientos bélicos, sino de las deficiencias sanitarias por falta de médicos, enfermeras, medicinas, alimentos frescos, higiene, …

Florence y sus compañeras iniciaron los cambios necesarios para mejorar las condiciones sanitarias del hospital: limpiaron, ventilaron, suministraron alimentos frescos, ofrecieron escucha y apoyo a los enfermos, … y comenzaron a ver algunos frutos, aunque no los suficientes.
El 8 de febrero de 1855, The Times publicó otro artículo donde describía la labor de Florence y los problemas con los que se encontraba en el hospital de Scutari. Allí la definía como un “ángel guardián” que paseaba con una lámpara por entre los enfermos ofreciéndoles consuelo y aliento, cuando todos los médicos se habían ido a descansar, y es a partir de esta descripción cuando comenzará a conocérsela como “la dama de la lámpara”.

En marzo del mismo año –tras las peticiones realizadas por Florence y seguramente presionado por la opinión pública tras la publicación de The Times, que ya sabemos lo que molesta a los gobiernos esos comentarios en prensa–, el gobierno británico envió una comisión sanitaria a Scutari con el fin de proporcionar material quirúrgico, realizar una limpieza a fondo y mejorar de la ventilación del hospital. Como consecuencia, el índice de mortalidad bajó más rápidamente.
Durante su estancia en Scutari, Florence recogió datos acerca del número de pacientes, muertes, altas, consecuencias de los ingresos, de las muertes, … Anotaba los detalles de sus observaciones y las medidas que iban tomando con el fin de conseguir la recuperación de los enfermos del mismo modo que en su juventud había recogido los detalles de sus viajes en sus cuadernos de viaje.
Una vez finalizada la guerra en 1856, Florence pensó que la mejor manera de mostrar que la mayoría de los soldados fallecían a causa de las pésimas condiciones sanitarias era gráficamente ya que, según ella (y yo tengo la misma opinión), las tablas de números no eran capaces de transmitir la magnitud de su información a todas las personas. Así que creó el Diagrama de la Rosa, conocido en la actualidad como Diagrama de Área Polar.

Abajo en la parte izquierda del gráfico podemos ver la explicación del mismo. Las áreas azules representan las muertes por enfermedades infecciosas, las áreas rojas las muertes por heridas de guerra y las áreas negras representan las muertes por otras causas. Todas estas áreas están medidas desde el punto común en el centro de los gráficos. La línea negra que cruza el sector rojo en noviembre de 1854 marca el límite de las muertes debidas a otras causas durante ese mes. En octubre de 1854 y abril de 1855, el área negra coincidió con la roja y en enero y febrero de 1855 las áreas azules y negras también coincidieron.
Si nos fijamos en el diagrama de la izquierda, el correspondiente al periodo comprendido entre abril de 1855 y marzo de 1856, podemos ver cómo, salvo en junio, las áreas de los sectores azules van disminuyendo mes tras mes, lo que demuestra claramente que las medidas tomadas por Florence y sus compañeras hicieron que aumentara la tasa de recuperación de los soldados. Así que con estas evidencias el gobierno y la reina Victoria quedaron convencidos de la necesidad de poner en marcha reformas higiénicas y sanitarias drásticas en los hospitales. Podemos afirmar que Florence fue la primera que utilizó los gráficos estadísticos para intentar persuadir, en este caso, a las autoridades.
Entre 1858 y 1859 presionó al gobierno para que creara una Comisión Real que tratara la situación del ejército de la India. Con los datos que recogió dicha comisión, Florence realizó un estudio y escribió un informe que presentó a la Comisión en 1863. Diez años más tarde, y después de haber realizado las reformas sanitarias propuestas por ella, elaboró otro informe donde recogía que la mortalidad entre los soldados de la India había descendido del 69 al 19 por cada mil.
Ayudó a Francis Galton (estadístico, entre otras muchas ocupaciones) en el proyecto de creación de una nueva cátedra de Estadística en Oxford, proponiendo que dicha cátedra estudiara la importancia de la estadística para disciplinas como la educación, la criminología, los asilos y la India, pero su propuesta no prosperó, ya que la universidad de aquella época no entendía la aplicación que la estadística podía tener en los problemas sociales. En fin, ¿qué le vamos a hacer?, la universidad se quedó corta de miras.
En 1858 las aportaciones de Florence a la Estadística fueron reconocidas por la Royal Statistical Society, nombrándola miembro de dicha sociedad y convirtiéndose así en la primera mujer en acceder a un puesto en ella. Pero los reconocimientos no se quedaron ahí ya que en 1874 se convirtió en miembro honorífico de la American Statistical Association. Es más, su trabajo durante la Guerra de Crimea se consideró tan valioso que, anteriormente, durante la Guerra de Secesión (1861-1865), el gobierno de la Unión solicitó su consejo para la organización de la sanidad militar. Los oficiales no le hicieron caso –otros cortos de miras–, pero sus aportaciones inspiraron al cuerpo de voluntarios de la Comisión Sanitaria de Estados Unidos. En 1883 recibió la Real Cruz Roja de manos de la reina Victoria y en 1907 Eduardo VII le concedió la Orden del Mérito, siendo la primera mujer en recibir dicho galardón y ensombreciendo al Premio Nobel de Literatura de aquel año, puesto que en Reino Unido se hablaba más de ella que de Rudyard Kipling. Un año más tarde recibió las Llaves de la Ciudad de Londres. Como vemos, y esto es raro, con Florence Nightingale no se cumplió el refrán “nadie es profeta en su tierra” y no sólo se le reconocieron sus aportes a la sociedad, si no que pudo recibir los agradecimientos en vida.

En 1860, Florence abre la Escuela de Adiestramiento de Enfermeras en el Hospital de Saint Thomas de Londres, con las donaciones que hicieron los británicos. (¡Nada, nada! ¡Toda una visionaria y una pionera: usando crowdfunding en pleno s. XIX!) Se trata de la primera escuela laica donde la enfermería toma un carácter profesional y de disciplina obligatoria. En ella usan como manual un libro que Florence escribió en 1859 y que aún hoy en día se sigue usando como referencia en el ámbito de la enfermería: Notas sobre enfermería: qué es y qué no es.

Además, influyó en la creación de la Cruz Roja Británica en 1870, siendo miembro de su Comité de Damas y participando en sus actividades durante toda su vida mientras la salud se lo permitió, pues en la Guerra de Crimea enfermó de brucelosis o de fiebres tifoideas, según las fuentes, y se vio obligada a pasar largas temporadas en la cama.
En 1893, la escuela de enfermería del antiguo Hospital Harper de Detroit crea el Juramento Florence Nightingale en honor a la fundadora de la enfermería moderna. En la actualidad, muchas universidades han adaptado y adoptado dicho juramento de manera conjunta:

«Juro solemnemente ante Dios y en presencia de esta asamblea llevar una vida digna y ejercer mi profesión honradamente.
Me abstendré de todo cuanto sea nocivo o dañino, y no tomaré ni suministraré cualquier substancia o producto que sea perjudicial para la salud.
Haré todo lo que esté a mi alcance para elevar el nivel de la enfermería y consideraré como confidencial toda información que me sea revelada en el ejercicio de mi profesión, así como todos los asuntos familiares en mis pacientes.
Seré una fiel asistente de los médicos y dedicaré mi vida al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado».
Florence nunca abandonó la estadística y en sus últimos años realizó un informe estadístico sobre las condiciones sanitarias en las zonas rurales de la India, concluyendo en la necesaria mejora de la atención médica y del servicio de salud pública de dicho país.
El 13 de agosto de 1910 falleció mientras dormía en su casa de South Street en Park Lane y fue inhumada en el cementerio de la Iglesia de St. Margaret en East Wellow, en Hampshire. La familia rechazó la oferta de una sepultura en la Abadía de Westminster donde descansan los restos de otros británicos ilustres como Sir Isaac Newton.
Desde 1974 se celebra el Dia de Internacional de la Enfermería el 12 de mayo por ser el aniversario del nacimiento de Florence Nightingale, una mujer adelantada a su tiempo que tuvo que enfrentarse a su familia y a los convencionalismos de la época que le tocó vivir, además de luchar y convencer a los mandos políticos y militares –masculinos– para llevar a cabo las reformas necesarias en la sanidad británica.
Igualmente, desde 2019, el 12 de mayo también se celebra el Día de las Mujeres Matemáticas en honor a Maryan Mirzakhani, que nació el mismo día, pero en 1977. Así que es una coincidencia fantástica puesto que Florence también hizo importantes aportaciones a las matemáticas.
Por si fuera poco, este año, por cumplirse 200 años del nacimiento de Florence, se celebra el Año Mundial de la Enfermería. Y parece una broma macabra del destino que estemos inmersos en una de las mayores crisis sanitarias de la historia, en la que las enfermeras, y el personal sanitario en general, están siendo los grandes héroes en la lucha contra el COVID-19, igual que en su día lo fue Florence Nightingale en la lucha contra la suciedad y la inmundicia en los hospitales militares. Sirva esta entrada como homenaje a todas las personas que se dedican con esmero y entrega a cuidar de nuestra salud, ahora y siempre.